Nº de páginas: 488
Editorial: Suma
Idioma: Castellano
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788491293552
Año de edición: 2023
Plaza de edición: ES
Fecha de lanzamiento: 01/02/2023
Alto: 23.4 cm
Ancho: 15.5 cm
Grueso: 3.5 cm
Peso: 632 gr
El cuco no es un ave cualquiera. Pertenece a la familia de los cucúlidos, entre los que están los escurridizos correcaminos, los avispados koeles o los astutos críalos. Todos ellos tienen en común la alimentación con insectos, aunque algunas de las especies de cuco practican parasitismo de puesta, un desgarrador engaño de la naturaleza que consiste en el emplazamiento de los huevos propios en nidos ajenos para que los críe, los alimente y, en definitiva, los ame otra madre.
Tras romper el cascarón y ver la luz del día la cría de cuco, nacida entre huevos de otra especie, despoja a sus hermanos adoptivos de toda esperanza, arrojándolos a un vacío que engulle a mordiscos a todo ser vivo incapaz de pelear por su vida. Arriba, en el resplandor del nido, el cuco crece bajo la calidez de una madre que lo abraza ignorante, incapaz de comprender el impacto de aquella semilla oscura plantada semanas antes mientras buscaba alimento. Ahora la cría a la que más protege, la única que recibe todo su amor, es aquella que jugó con la mentira y la avaricia para destruir todo lo que creó.
Tras romper el cascarón y ver la luz del día la cría de cuco, nacida entre huevos de otra especie, despoja a sus hermanos adoptivos de toda esperanza, arrojándolos a un vacío que engulle a mordiscos a todo ser vivo incapaz de pelear por su vida. Arriba, en el resplandor del nido, el cuco crece bajo la calidez de una madre que lo abraza ignorante, incapaz de comprender el impacto de aquella semilla oscura plantada semanas antes mientras buscaba alimento. Ahora la cría a la que más protege, la única que recibe todo su amor, es aquella que jugó con la mentira y la avaricia para destruir todo lo que creó.
“Las manos de Charles agarraban fuerte el volante mientras el coche avanzaba a toda velocidad por una carretera empapada que brillaba bajo la implacable tristeza de una luna menguante. No podía disimular el miedo que sentía.
Lloraba. Del mismo modo que se llora cuando has perdido la esperanza, como si el alma fuese un lago que se vertía desde los ojos. Había llegado un punto en que ni siquiera notaba las lágrimas que se deslizaban por su rostro y solo veía las gotas de lluvia subir por el cristal delantero. El vehículo rugía cada vez con más intensidad. Engullía las líneas de la carretera al mismo ritmo que latía su corazón. Le dolía el pecho de vivir con miedo y pensar en el futuro.
Cambió de marcha en una suave y sinuosa curva que se perdía entre los árboles. Cuando dejó atrás el cartel de bienvenida al pueblo, recordó su rostro. Vio el pelo largo, los ojos vivos, los labios tristes y ese corazón que resurgió del fuego. Recordó el miedo a perderla y el temor de hacerle daño. Habían creado una burbuja y ahora tenía que romperla. La amaba, de eso no tenía duda, porque cada lágrima que se le escapaba estaba compuesta por pedazos de los dos. Se cruzó con los faros cegadores de un coche y cerró los ojos un instante: la vio reír, abrazarlo, y volvió a su mente la idea de que lo que habían vivido juntos era lo único inquebrantable.
—Te quiero —dijo entre sollozos.
Y abrió los ojos, pero ya era demasiado tarde. El volante vibró con fuerza al salirse de la carretera y Charles los cerró de nuevo en cuanto vio el árbol que tenía delante. El impacto sonó igual que un trueno, y los pájaros levantaron el vuelo durante un instante.”
Lloraba. Del mismo modo que se llora cuando has perdido la esperanza, como si el alma fuese un lago que se vertía desde los ojos. Había llegado un punto en que ni siquiera notaba las lágrimas que se deslizaban por su rostro y solo veía las gotas de lluvia subir por el cristal delantero. El vehículo rugía cada vez con más intensidad. Engullía las líneas de la carretera al mismo ritmo que latía su corazón. Le dolía el pecho de vivir con miedo y pensar en el futuro.
Cambió de marcha en una suave y sinuosa curva que se perdía entre los árboles. Cuando dejó atrás el cartel de bienvenida al pueblo, recordó su rostro. Vio el pelo largo, los ojos vivos, los labios tristes y ese corazón que resurgió del fuego. Recordó el miedo a perderla y el temor de hacerle daño. Habían creado una burbuja y ahora tenía que romperla. La amaba, de eso no tenía duda, porque cada lágrima que se le escapaba estaba compuesta por pedazos de los dos. Se cruzó con los faros cegadores de un coche y cerró los ojos un instante: la vio reír, abrazarlo, y volvió a su mente la idea de que lo que habían vivido juntos era lo único inquebrantable.
—Te quiero —dijo entre sollozos.
Y abrió los ojos, pero ya era demasiado tarde. El volante vibró con fuerza al salirse de la carretera y Charles los cerró de nuevo en cuanto vio el árbol que tenía delante. El impacto sonó igual que un trueno, y los pájaros levantaron el vuelo durante un instante.”
4,5 de 5 estrellas (basado en 2 reseñas)
Libro que engancha
17 de mayo de 2024
Reseña de El cuco de cristal
Libro que engancha como todos los libros de Javier Castillo, pero en mi opinión este flojea con respecto a los anteriores.
Libro de lectura ágil y rápida
17 de mayo de 2024
Reseña de El cuco de cristal
Libro de lectura ágil y rápida. Ideal para leer aprovechando momentos de desconexión
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